Tras a presentación das conclusións e a tradicional "foto de familia", concluíu o VIII Foro Parlamentario
Iberoamericano co discurso do presidente do Senado Pío García Escudero quen
dixo que procedía reafirmar os vínculos que nos unen sobre a base duns fortes
acenos de identidade comúns e actualizalos coa vista posta nos grandes retos do
presente, e nas oportunidades abertas para a construción dun futuro común de
progreso.
Dixo que tras dúas xornadas de intenso traballo, había motivos suficientes para
sentirnos moi satisfeitos cos resultados obtidos.
E engadiu:
"Hace dos siglos, diputados que representaban a ciudadanos
de ambos hemisferios, se congregaron, sorteando enormes
dificultades, en esta ciudad asediada por un ejército invasor.
Su obra legislativa, culminada en la Constitución de 1812,
plantó la semilla de unos principios cuyo vigor en la Comunidad Iberoamericana,
pese a todas las dificultades afrontadas, es hoy mayor que nunca.
La soberanía nacional y el equilibrio de poderes; la
libertad individual y la igualdad ante la ley; el reconocimiento y la
protección de los derechos fundamentales de las personas: todos esos principios
que empiezan a cobrar forma legal en Cádiz, siguen hoy plenamente vigentes.
Las ideas liberales, herederas de la Ilustración, cuya
inspiración impulsa al constitucionalismo español, son las mismas que dan
aliento a los textos constitucionales de Portugal y de las nacientes repúblicas
iberoamericanas.
Pues son también estas ideas las que sirven de motor a los
procesos de independencia de las distintas naciones de América Latina, que
vamos a conmemorar a lo largo de esta década.
Por tanto, españoles, portugueses y latinoamericanos
anduvimos paralelamente, desde las dos orillas del Atlántico, el tránsito desde
el Antiguo Régimen hasta la modernidad liberal y democrática que está en la
esencia de nuestras respectivas naciones.
Compartimos los mismos principios esenciales y también las
mismas aspiraciones de progreso, de justicia y de libertad.
Y lo hacemos, además, sobre la firme base de unos
estrechos vínculos históricos, culturales y lingüísticos.
Todo ello nos enriquece mutuamente y, sobre todo, nos
proporciona unas oportunidades de futuro que no debemos desaprovechar.
Porque es mucho el beneficio potencial que nuestros
pueblos pueden obtener de nuestras afinidades. Y es mucho también lo que la
Comunidad Iberoamericana de Naciones, a partir de los lazos que nos unen, puede
aportar al mundo globalizado que hoy se abre ante nosotros.
Los parlamentarios, todos aquellos a quienes nos cabe el
honor y la responsabilidad de representar democráticamente a nuestros
conciudadanos, somos legatarios de ese valioso patrimonio que los padres
constituyentes de Cádiz se consagraron tan afanosamente a construir.
En los Parlamentos reside el alma de la democracia.
Nuestra tarea es, por tanto, esencial, para su preservación y su
perfeccionamiento.
Somos nosotros los principales garantes de que la política
esté siempre concebida desde y para los ciudadanos. Los responsables de que las
decisiones tomadas respondan al sentir mayoritario de la sociedad, pero sin
desatención de las minorías; y que se orienten al exclusivo servicio del
interés general.
Sustentándose la Comunidad Iberoamericana de Naciones
sobre la base de los valores democráticos que son referencia común de nuestros
pueblos, resulta indispensable la participación activa de los Parlamentos en su
consolidación y desarrollo.
Avanzar en el refuerzo de los mecanismos de cooperación e
inspirar las líneas prioritarias de actuación, para afianzar y proyectar el
espacio común iberoamericano: tales son las razones de ser de este Foro
Parlamentario Iberoamericano, que hoy culmina esta octava reunión, antesala de la
próxima Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno.
Pretendíamos que el espíritu de Cádiz, en este año del
bicentenario, nos sirviera como estímulo e inspiración en nuestra tarea de
intercambiar ideas y poner en común reflexiones sobre los grandes retos y oportunidades
de nuestro tiempo.
Porque el mundo cambia: constantemente surgen nuevos
problemas y nuevas prioridades. Necesariamente, por tanto, las respuestas
también deben adaptarse con agilidad a las nuevas demandas. Sin embargo, los
principios que las inspiran son esencialmente los mismos que forman parte,
desde hace dos siglos, de nuestra común identidad histórica.
En la democracia seguimos encontrando la mejor palanca
para el crecimiento económico y el progreso social; la más sólida garantía de
nuestros derechos y libertades; el mejor antídoto frente a la arbitrariedad y
la injusticia.
La democracia es la gran idea concebida al servicio de las
personas, de su dignidad individual y de su convivencia armónica. La idea cuya
fuerza siempre acaba por imponerse sobre aquellas otras que se empeñan, no en
servir a los seres humanos, sino en servirse de ellos.
En los últimos años, la tendencia que más se ha impuesto
en el espacio de la Comunidad Iberoamericana, ha sido la del afianzamiento y
estabilidad de las normas y los procedimientos democráticos; la supremacía del
Estado de Derecho; y la apertura económica al mundo globalizado.
En todos esos terrenos, se han registrado importantes
avances que ahora debemos consolidar y mejorar. Porque, por mucho que hayamos
hecho, siempre queda más por hacer; y porque cada paso que damos por el camino
siempre nos abre nuevas perspectivas.
Sobre esas tareas pendientes, sobre esas nuevas
perspectivas, hemos trabajado en común durante estos dos días.
Las conclusiones a las que hemos llegado y que deben
servir como orientación en el futuro inmediato, han quedado recogidas en los
documentos aprobados y en la declaración final de este Foro, que será elevada a
la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno.
Me gustaría subrayar especialmente el hecho de que, junto
a autoridades de los tres poderes del Estado, las distintas mesas de trabajo
hayan contado, también, con las valiosas aportaciones de representantes de
instituciones académicas o de organizaciones no gubernamentales.
Lo destaco por lo que denota como compromiso con un
objetivo fundamental, recogido en el último punto de la declaración, pero no
por ello menos importante, sino todo lo contrario: la apertura del espacio
iberoamericano de cooperación a la iniciativa de la sociedad civil, yendo mucho
más allá de la parcela específicamente intergubernamental.
Porque los gobiernos pasan, pero las sociedades
permanecen. Y, en definitiva, por encima de todo, son los vínculos humanos,
forjados a lo largo de generaciones de historia y valores culturales
compartidos, de constantes flujos migratorios, los que confieren a la Comunidad
Iberoamericana su solidez y su potencia.
Y es esa misma prioridad asignada a la sociedad civil, la
que debe llevarnos a volcar todos nuestros esfuerzos en la transparencia y buen
gobierno de nuestras instituciones. O en saber aprovechar las posibilidades
abiertas por las tecnologías de la información y de la comunicación, para
facilitar el acceso y participación ciudadana en las políticas públicas.
Es también en la iniciativa privada en donde se encuentra
la fuerza tractora del crecimiento económico.
Por eso es tan importante que los poderes públicos seamos
capaces de remover obstáculos y dejar vía libre al espíritu emprendedor; a esas
energías que fluyen desde la propia sociedad y cuya mejor expresión son los
denodados esfuerzos de las pequeñas y medianas empresas por abrirse nuevos
campos en el mundo.
Del mismo modo, la planificación estratégica de
infraestructuras al servicio del desarrollo sostenible y la cohesión social; o
la importancia capital que para la actividad económica y la generación de
empleo, suponen la seguridad jurídica y la existencia de marcos regulatorios
claros y fiables.
Tales cuestiones han sido también motivo de debate en este
foro. Y, sin duda, serán objeto de un especial seguimiento en el futuro para
evaluar los avances logrados.
Señoras y señores,
España, lo que somos y lo que aspiramos a ser, no puede
entenderse sin Iberoamérica. Nuestro compromiso con la Comunidad Iberoamericana
de Naciones es absoluto.
Somos conscientes de nuestra posición estratégica, junto
con Portugal, como vínculo evidente entre América Latina y la Unión Europea.
Estamos plenamente convencidos de que la Comunidad
Iberoamericana, en el futuro inmediato, va a ir adquiriendo un peso creciente
en el mundo como factor de progreso, democracia y equilibrio internacional.
Porque, sin duda, tenemos mucho que aportar.
Sin embargo, para proyectarnos en el mundo, es
imprescindible que sigamos avanzando decididamente por el camino de la
cooperación y el estrechamiento de nuestros vínculos internos. Debemos poner en
común, solidariamente, nuestras aspiraciones de crecimiento económico, progreso
social y fortalecimiento de los valores democráticos.
Para esa tarea, los anhelos y los sacrificios de muchas
generaciones de nuestros antepasados comunes deben servirnos de ejemplo y
estímulo.
Entre ellos, destacadamente, se encuentran los diputados
que, hace ahora dos siglos, se congregaron en esta ciudad sin arredrarse ante
las adversidades, para trabajar ¿según reza el preámbulo de la Constitución de
1812- por "el grande objeto de promover la gloria, la prosperidad y el
bien" de todos sus conciudadanos.
Como parlamentarios, renovar nuestro más firme compromiso
con los valores que les inspiraron y trabajar día a día por hacerlos realidad,
es sin duda el mejor homenaje que podemos rendir a su memoria.
Muchas gracias.”
Subscribo todas e cada unha das
súas palabras e celebro ter a oportunidade de participar neste Foro que ademais
me permitiu tomar contacto con parlamentarios de ambos os continentes e de
comprobar cantos puntos en común temos e o moito camiño a percorrer xuntos.
Aproveito tamén para resaltar a
hospitalidade da Alcaldesa de Cadiz, Teófila Martinez e a perfecta organización
do Foro por parte do persoal ao servizo das Cortes Xerais.