Voy a comenzar dirigiéndome a los españoles. Por encima de cualquier valoración que pueda hacer de la intervención del presidente del gobierno, debemos tener claro es que, se extienda lo que se extienda su mandato, todo esto que estamos viviendo ya no es más que el epílogo de un pasado que vamos a superar.
Acerca de que el presidente del Gobierno no tenga problema en hacer el ridículo yo no tengo nada que decir. Allá él. De que arrastre a mi país a ese camino sí quiero hacer una consideración.
España no tiene un presidente a la altura de sus ciudadanos. Por eso, quiero empezar pidiendo disculpas a los españoles en nombre de la política, y paciencia en nombre de la razón. La política que España merece llegará.
Como la gran mayoría de ustedes, he vivido los últimos días con perplejidad. Aunque, como les pasará también a las personas que me escuchan, la capacidad de asombro ya se ha reducido a lo largo de los últimos años porque esta crisis no nació el pasado miércoles ni termina hoy.
Estos cinco días simplemente han sido una semana más de varios años de bochorno. Lamentablemente, llevamos demasiado tiempo asistiendo a actuaciones políticas que no habíamos vivido antes en nuestra democracia.
Sobre todo, los meses de esta legislatura que sólo ha consistido en retrocesos en materia de igualdad ante la ley, en estabilidad política y en libertad ¿Para qué?, para que el presidente mantenga su estatus.
Hemos pasado de los engaños electorales a una agenda política marcada por las cesiones a las minorías independentistas. De los atropellos democráticos a la renuncia a presentar los Presupuestos Generales del Estado. De los escándalos de corrupción que no han merecido ni explicaciones ni disculpas, al propósito de partir en dos a la sociedad española. De su derrota electoral, hemos pasado a un completo esperpento.
El PSOE se muestra en estas horas aliviado por la continuidad de su líder. Me imagino que los independentistas también.
Pero hay una España indignada a la que quiero dirigirme.
Comparto que le han tomado el pelo a una Nación de 48 millones de españoles y yo no participo en esa forma de entender la política.
El presidente del Gobierno se ha ido de puente por pura estrategia electoral, judicial o ambas, pero por los problemas de los españoles NO. El señor Sánchez ni ha acertado en el qué, quedarse, ni en el cómo, condenando a nuestro país a días de bochorno internacional y de incertidumbre nacional.
Dije este fin de semana que no habría épica en la marcha ni heroicidad en su resistencia. Y lo mantengo. Hoy el presidente del Gobierno ha preferido huir hacia adelante a dimitir.
Podría haberlo dejado asumiendo sus responsabilidades por lo que está sucediendo hoy en España y diciendo la verdad a los españoles, pero ha preferido hacer lo contrario. Ha mandado reflexionar al pueblo, pero no le ha dado la palabra. Le ha interpelado, pero no ha querido escuchar su respuesta. En lugar de dar explicaciones a los españoles, le exige rendición de cuentas a los demás. Y, de nuevo, ha sometido a toda la nación a su estrategia personalista.
He visto que lo ocurrido estos días ha generado chanza en muchos españoles. Pero esto no es cómico. Es trágico. Lo es porque ser imprevisible no son atributos a valorar en un dirigente.
Lo es porque se ha hecho un gran daño a la imagen de nuestro país. Pero, sobre todo, lo es porque su discurso de hoy es el más peligroso de todos los que ha entonado.
La reflexión de Sánchez termina con una confesión que en realidad ya todos conocíamos: no acepta la discrepancia. Quiere un país a su medida y a su servicio, ciudadano a ciudadano, institución a institución. Y detrás de toda su escenificación está la pretensión de ser aún más presidente, aunque sea a costa de aún menos Democracia.
No quiere oposición
No quiere Justicia
No quiere medios de comunicación.
Y sólo se quiere a sí mismo.
En mi humilde opinión, el verdadero sentimiento que le ha movido estos días es el miedo. Por ello ha sido capaz de utilizar hasta su intimidad para intentar ganar tiempo. Se ha atrevido a revestir como conjura antidemocrática su intento de no hacer frente a la realidad democrática.
Ha llegado a usar a Su Majestad El Rey como actor secundario en su última película.
A lo que no se ha atrevido es a dar ni una sola explicación acerca de las dudas que cada día están más vigentes.
Sus problemas permanecen y se acrecientan mientras su crédito desaparece. Hoy Sánchez no ha asumido sus responsabilidades, sólo se las sacude. Y se agarra al comodín de “derecha y ultraderecha” que utiliza siempre como anticipo de sus próximos desmanes. Pero ya no hay vuelta atrás ni huida hacia adelante posible: Su proyecto se acabó.
Y puede prolongar la agonía y la decadencia, pero no será nada más que eso: agonía y decadencia.
España necesita un tiempo nuevo y no puede ya encontrarlo en quienes son el pasado. Lo que necesita España es un nuevo gobierno democrático, con un presidente a su altura y no el cambio de régimen que pretende colar por detrás de toda esta obra de teatro.
Ha dicho que ha sopesado continuar o no y lo que quiere es que los españoles dimitamos de la democracia. No lo vamos a hacer. No vamos a callarnos.
No van a arrinconar a quienes defendemos la libertad de poder ser críticos y exigentes con nuestro gobierno. No van a someter una vez más la dignidad de esta nación a sus intereses.
No vamos a volver a los dos bandos. No van a lograr la impunidad en una nación que hace 46 años decidió libremente que nadie puede ser más que nadie, por muy presidente que sea.
Si no ha habido dimisión y no ha habido explicaciones, ¿Qué ha habido hoy? Las amenazas de un Presidente acorralado. Sánchez ha elegido intentar cohesionar a los suyos a costa de dividir a España en dos.
Es absolutamente lamentable oír hasta a los ministros del Gobierno hablar de buenos y malos. La España del conmigo o contra mí es la fórmula que ha escrito las páginas más negras de nuestra historia y no queremos volver a ella. Nos quieren en un bloque al que no pertenecemos y en el que nunca estaremos.
Además, nos hacen un retrato oscuro para ocultar la oscuridad de sus pactos y de aquellos con quienes los han firmado. Ponen el foco en los demás para que apartemos la vista de lo que no quieren que veamos. Pero todo es demasiado burdo, demasiado evidente. La sociedad española no se va a dejar engañar, por mucho que le quiera mentir.
Que el señor Sánchez sepa que después de su teatro, su realidad no ha cambiado ni un ápice.
Sigue habiendo una investigación en la Fiscalía Europea, dos en la Audiencia nacional y comisiones de investigación que no controla como la del Senado sobre la presunta corrupción de SU partido, SU gobierno, y SU entorno.
Quien amenaza a la democracia española es quien pretende imponerle un proyecto de puro poder, sin límites, para no dar las explicaciones que le exige la sociedad. En un Estado de Derecho no se puede invocar el poder al mismo tiempo que se impide el control por parte de quienes son tan legítimos como pueda ser el Gobierno.
¿O es que la oposición no sale de las urnas? ¿O es que los poderes distintos del Gobierno no son poderes constitucionales? ¿O es que las libertades no están en el pacto constitucional y en el Derecho europeo?
Que los jueces actúen con independencia no es una anomalía democrática ni una persecución, es la normalidad democrática; Que los medios informen con libertad y que las personas se expresen como consideren mejor, no es una anomalía antidemocrática, es la normalidad democrática; Que la oposición ejerza sus derechos y denuncie los atropellos del Gobierno, o la inmoralidad de quienes lo apoyan, no es una anomalía antidemocrática ni una deslegitimación, es la normalidad democrática.
Sánchez no puede soportar nada que no sea que le den la razón. Por eso, esta simulación de dimisión de cinco días es coherente con su trayectoria. Todo se supedita a su soberbia y su vanidad. Necesita que lo aclamen. Pero no ha sucedido como él creía y no sucederá.
Representa a la España del pasado. Representa a esa parte del mundo actual donde los liderazgos no admiten réplica. No es ésa la nación que los españoles han construido. Que hemos construido con la ayuda de nuestro padres y abuelos y que queremos legar a nuestros hijos.
España no ha recorrido este largo camino desde la Transición, para emular a regímenes que no creen en la plena libertad. Si ese es el proyecto del señor Sánchez, va a tener la movilización que buscaba, pero no en los términos que esperaba. Sé que no habrá elecciones a la mayor brevedad porque teme a las urnas. Aunque es lo que debería hacer porque para hacer un punto y aparte en política la única manera es consultar a los españoles.
Sé también que no va a dimitir. A las pruebas me remito. Y adelanto que no le voy a presentar una moción de censura en estos momentos porque ha comprado el apoyo de sus socios con la dignidad de todos los españoles.
Pero si Sánchez tenía complicado lograr el calor de la calle antes del día de hoy, más complicado lo tendrá a partir de este momento. La movilización social que Sánchez esgrime para continuar en el poder no ha tenido lugar. No hay más españoles que le quieran como presidente hoy de los que le querían ayer.
Donde buscaba respeto, ha encontrado burla. Donde buscaba admiración por un nuevo guion ha encontrado rechazo. Ni será la última ocurrencia de Sánchez ni tampoco la más brillante. Hasta en eso sufre desgaste el Presidente. Seguirá con su agonía lo que estime oportuno.
Pero llegará el momento en el que tendrá que escuchar a la mayoría de los españoles, aunque no quiera. Y en ese momento podremos decir lo que la gran mayoría pensamos. Que hoy ha perdido una fantástica oportunidad para marcharse. Si alguna vez ha barajado dos caminos, no hay duda de que ha elegido el más indigno. Como les anuncié el pasado jueves, lo que buscaba era polarización, victimización y no dar explicaciones. Para el día de mañana, he convocado a los grupos del Partido Popular en el Senado y el Congreso.
Si quiere un programa de regeneración democrática, debería haber consultado el que hemos presentado hace casi dos años y que le remití sin tener acuse de recibo. Muchas gracias por su atención."