lunes, 7 de marzo de 2022

Conferencia en el Senado de Francia sobre la autonomía estratégica económica de la Unión Europea

El lunes de la próxima semana está prevista mi participación en una Conferencia sobre la autonomía estratégica de la Unión Europea que tendrá lugar en el Senado francés, en el marco de la presidencia semestral de la Unión Europea que corresponde a Francia.

Asistirán los representantes de las comisiones de asuntos económicos de los parlamentos nacionales de la Unión Europea y por ello acudiré al presidir la Comisión de Asuntos Económicos y Transformación Digital del Congreso de los Diputados.

Se trata de realizar un intercambio entre los parlamentarios de los Estados miembros que permita a cada delegación exponer sus deseos y propuestas sobre las condiciones y los medios de acción de la Unión Europea en este ámbito de la "autonomía económica estratégica".

En el documento de presentación de la Conferencia se dice que:

“La pandemia de Covid-19 puso de manifiesto la vulnerabilidad de las economías europeas ante la interrupción de los procesos de producción mundiales. Las dificultades en el suministro de productos esenciales, como los componentes de los respiradores, las máscaras y las vacunas, así como el temor a la escasez de alimentos de uso cotidiano y productos de higiene, pusieron de manifiesto nuestra dependencia de los flujos comerciales mundiales en muchos sectores.

Es dudoso que estas dificultades de suministro hubieran sido tan masivas y sistemáticas hace treinta años, cuando el sector industrial representaba una mayor parte de las economías europeas. La impresión de una pérdida de conocimientos técnicos, ligada a decisiones estratégicas imprevistas, se ha ido imponiendo en la opinión pública europea.

A estas consideraciones de política económica se sumaron los temores geopolíticos, ya que países autoritarios como China hacían alarde de su independencia tecnológica. Si bien la interdependencia es un fenómeno esencial de la globalización, con muchas derivaciones económicas, parece haberse establecido una relación asimétrica, en detrimento del tejido productivo y del empleo de los países más abiertos. La duración de las repercusiones lo pone de manifiesto, ya que la escasez aún continúa en algunos sectores.

Autonomía estratégica en los sectores industriales del futuro

La crisis sanitaria ha proporcionado una prueba más, si es que se necesitaba alguna, de que la industria es la base de las economías y la resistencia de nuestras naciones.

Las industrias esenciales para nuestro futuro no son sólo las que podrán desarrollar tecnologías rompedoras en los próximos años, como el almacenamiento y uso generalizado del hidrógeno para el transporte, la producción masiva de baterías para coches eléctricos o el almacenamiento del carbono generado por los procesos metalúrgicos industriales.

La autonomía industrial estratégica de Europa también depende de todos los sectores que garantizan el buen funcionamiento de nuestras sociedades y economías a diario, incluso cuando la globalización sufre una desaceleración cíclica. Pensamos en las industrias de la salud, por supuesto, que producen los principios activos esenciales para la medicina moderna, pero también en la fabricación de componentes electrónicos esenciales en el sector del automóvil o de la construcción de maquinaria, como demuestra claramente la actual escasez de semiconductores.

¿Cómo se puede llevar a cabo este esfuerzo de construcción de la autonomía estratégica europea en el sector industrial?

¿Garantizar un amplio apoyo a la aparición de nuevos bloques industriales mediante inversiones cruzadas nacionales y europeas? Reforzar la resistencia de las cadenas de valor mediante asociaciones diversificadas... Mejorar el atractivo de las tierras de producción europeas mediante políticas fiscales y reglamentarias adecuadas... Probablemente todo esto al mismo tiempo. ¿Con qué instrumentos, qué actores y a qué nivel?

Todas estas cuestiones están en el centro de la aplicación de una verdadera política industrial europea.

Entre los instrumentos que permitirán el desarrollo de las empresas y los sectores industriales europeos, la cuestión del refuerzo del arsenal jurídico, para garantizar unas condiciones de competencia equitativas y proteger de la influencia los conocimientos técnicos y las infraestructuras productivas, estará en el centro de esta sesión.

Autonomía estratégica en el ámbito de la energía: el ejemplo de los metales raros

La transición energética implica un mayor uso de la producción y el consumo de electricidad descarbonizada y la eliminación gradual de los combustibles fósiles. Si bien la atención se ha centrado tradicionalmente en la seguridad de los suministros energéticos, la transición energética requiere también centrarse en los metales raros, que son componentes esenciales de las energías renovables (eólica, solar) y las baterías eléctricas. Este es el caso del cobre, el aluminio, el litio, el cobalto, el níquel y las tierras raras.

El uso de metales raros plantea cuatro retos económicos.

En primer lugar, existe un riesgo de inflación, ya que los precios del cobre y el aluminio han subido mucho en los últimos años.

Además, supone un riesgo de dependencia de los países productores, cuyos estándares económicos, sociales y medioambientales suelen estar por debajo de los europeos. A grandes rasgos, la mitad de la producción de cobre procede de Chile y Perú, la mitad de la producción de aluminio de China y la mitad de la producción de cobalto de la República Democrática del Congo (RDC).

Otro punto es que el uso de metales raros es una fuente de externalidades negativas, como las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación ambiental y las molestias a la población. Por ejemplo, sólo la producción de aluminio genera el 1% de las emisiones mundiales de GEI.

Por último, este recurso a los metales raros debe inscribirse en una lógica de economía circular, preocupada por la producción local pero también por la recogida y el reciclaje de los residuos. Queda mucho por hacer en este ámbito, ya que sólo se recicla el 10% de las baterías de litio.

Identificada por la Comisión Europea a principios de la década de 2010, esta dependencia se ha vuelto más preocupante desde que China se hizo con la mayor parte de los recursos de tierras raras. Reforzar la explotación del potencial minero en suelo europeo o mejorar las tecnologías de reciclado desempeñará un papel decisivo en la autonomía estratégica de la Unión Europea en este ámbito.

Como prueba de la creciente implicación de los poderes públicos, Francia ha adoptado, por ejemplo, un objetivo de soberanía minera en el marco de la reforma del código minero, resultante de la ley "Energía-Clima" de agosto de 2021, que establece los siguientes objetivos: "desarrollar la actividad extractiva en el territorio nacional garantizando un alto nivel de exigencias medioambientales y sociales reubicar las cadenas de valor, asegurar los circuitos de suministro, garantizar el conocimiento, la trazabilidad y la reutilización de los recursos del subsuelo y reducir la dependencia de Francia de las importaciones".

En este contexto, varias cuestiones centrarán los debates de esta sesión: ¿cuál es el alcance de la "cara oculta" de la transición energética? ¿En qué medida depende Europa del resto del mundo para el suministro de metales raros? ¿Cómo se puede reducir esta dependencia, mejorando la explotación del potencial minero o las tecnologías de reciclaje?

Los retos de la soberanía alimentaria europea

La soberanía alimentaria de la Unión Europea siempre ha tenido una importancia geoestratégica para los Estados miembros desde que los padres fundadores crearon la Política Agrícola Común.

Desde entonces, la Unión Europea, con su sólida autosuficiencia alimentaria, sigue siendo la primera potencia exportadora e importadora de productos agrícolas y alimentarios del mundo, con un superávit de unos 20.000 millones de euros.

La cuestión de la soberanía alimentaria se actualiza a través del prisma de la cuestión medioambiental, entendiéndose como una condición para la sostenibilidad de un modelo agrícola, y no su contrario. Al permitir una reducción del transporte de productos alimenticios en beneficio de una alimentación más local favorecida por el consumidor y el ciudadano, garantizando al mismo tiempo el respeto de los requisitos medioambientales mínimos exigidos en Europa, los más estrictos del mundo, la soberanía alimentaria responde a la reducción de la huella medioambiental de la cesta de la compra del consumidor europeo.

Sin embargo, la soberanía alimentaria del continente se enfrenta actualmente a cuatro tendencias básicas:

La estabilidad de su producción agrícola total en un contexto de aumento de la demografía mundial, debido a la reducción de su potencial de producción agrícola (renovación generacional, artificialización de los suelos, etc.) y a la desaceleración de la productividad agrícola;

El aumento de las importaciones de terceros países, combinado con la multiplicación de las crisis de exportación, especialmente con las medidas de represalia de Rusia o Estados Unidos; una desconfianza especialmente fuerte de la opinión pública ante los efectos del comercio internacional en el sector alimentario, debido a la falta de respeto de las normas sanitarias y medioambientales exigidas por los socios comerciales de Europa, con el riesgo de condenar a su industria agroalimentaria a un inevitable declive;una deslocalización de los alimentos exigida por el consumidor, lo que se traduce en una especial atención al origen de los alimentos. Aunque esto debería aumentar la convergencia de los modelos agrícolas europeos, la divergencia de normas crea una fuerte competencia intraeuropea en los distintos sectores. Al mismo tiempo, la exhibición del origen de los productos está prohibida por la normativa europea, que se opone a una exhibición real de la diferencia de orígenes dentro de la Unión Europea.

La crisis de Covid-19, seguida de la subida de los precios de los productos agrícolas, ha terminado por sacar a la luz algunas de las debilidades del continente: por ejemplo, la Unión Europea importa el 90% de sus necesidades de proteínas vegetales, lo que pone en entredicho la propia soberanía de su ganadería.

En este contexto, ¿la estrategia "de la granja a la mesa", que está en consonancia con el Pacto Verde Europeo, no acabaría poniendo en cuestión la soberanía agrícola del continente para dar prioridad al objetivo de reducir la huella medioambiental? ¿Cómo conciliar la vocación exportadora del continente con su necesidad de soberanía y la resistencia de sus modelos alimentarios europeos? ¿Cómo podemos consolidar el potencial agrícola de Europa para alimentar a su población y al mundo en los próximos años?”

Informaré en este Blog del resultado de esta Conferencia, cuyo interés se ha  redoblado como consecuencia de la agresión bélica de Rusia a Ucrania, con las consecuencias económicas consiguientes que han puesto en evidencia las carencias de determinadas produciones industriales, energéticas, de materias primas y alimentarias de la Unión Eropea.

 

https://www.parlue2022.fr/