viernes, 21 de mayo de 2010

La Justicia condena a los autores del terrible atentado de la T-4

30.12.2006 Atentado en el parking de la  T-4

Ayer hemos conocido que la Audiencia Nacional dictó sentencia por la que se condena a los etarras Igor Portu, Martin Sarasola y Mikel Sansebastián, a 1.040 años de cárcel cada uno por el atentado cometido el 30 de diciembre de 2006 contra la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid.

La Justicia les considera autores de 2 delitos de asesinato terrorista, 48 tentativas de asesinato y un delito de estragos. En concepto de responsabilidades civiles estos delincuentes deberán pagar indemnizaciones que suman más de 44 millones de euros.


Como dice el fallo fue una "cobarde y fría acción criminal" ya que los terroristas dejaron el 30 de diciembre de 2006 aparcada la furgoneta-bomba en la plaza 307 del módulo D del aparcamiento, a sabiendas de que era
 un parking enorme en el que muchas personas entran y salen constantemente y también descansan a la espera de la hora de salida de sus vuelos, o de recoger a pasajeros que llegan de otros destinos.

Dos personas de nacionalidad ecuatoriana fueron vilmente asesinadas, Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate y otras 48 resultaron heridas. Pero el número de muertos pudo ser infinitamente mayor teniendo en cuenta la potencia destructora de la bomba y el reducido margen de tiempo que medió entre los avisos y la explosión.


En el orden material se destruyó por completo el módulo D del aparcamiento de la T 4 y la descomunal explosión causó daños de enorme importancia en 863 vehículos. Costaron estos destrozos 41,6 millones que el Consorcio de Compensación de Seguros pagó.


Mi vivencia de este atentado:

Cito esta noticia pues se dio la circunstancia de que el 26 de diciembre de 2006 dejé mi coche en el citado módulo de aparcamiento. Allí llegué con mis hijos procedente de Ourense para tomar un vuelo y salir tres días de viaje. Así lo hice y cuando el día 30 de diciembre, ya de regreso, aterrizaba en Barajas ví desde el avión una enorme humareda y luego conocí en directo el post-atentado y el caos que se vivia en el aeropuerto. Mi vehículo fue uno de los 863 afectados y con tal intensidad que no quedó resto alguno que pudiera identificarlo.


Celebro que, aunque tres años después, nuestro Estado de Derecho, por medio de la Administración de Justicia, aplique la Ley sobre los responsables de este execrable acto terrorista y defienda así nuestro sistema de convivencia democrática.

Se manda un nuevo mensaje de firmeza a ETA: su actividad criminal es inútil.