Las Reuniones de Primavera del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Grupo Banco Mundial (GBM) se celebran anualmente en Washington, DC.
Representan
una oportunidad única para que directivos de bancos centrales, ministros, parlamentarios,
ejecutivos del sector privado, representantes de la sociedad civil, líderes
jóvenes, académicos y otros actores debatan sobre los desafíos más apremiantes
que enfrenta el mundo en la actualidad y cómo se puede responder a ellos de la
mejor manera para promover el crecimiento, la equidad y la prosperidad para
todos.
En
abril de 2023 tuve oportunidad de formar parte de la delegación de la Comisión de asuntos Económicos y Transformación Digital
del Congreso de los Diputados para participar en el Foro Parlamentario Global con el que se iniciaron las
Reuniones de Primavera del FMI y el Banco Mundial de aquel año.
Dos años después, la Directora Gerente del Fondo
Monetario Internacional (FMI) Kristalina Georgieva abrió ayer las
reuniones de primavera del FMI y el Banco Mundial de 2025y pronunció un
interesante discurso del que destaco estos párrafos:
“Hace seis meses, en este mismo lugar, les hablé de crecimiento
anémico y de deuda elevada, pero también de resiliencia, de
países que sobrevivían a grandes shocks gracias a unos fundamentos sólidos y
unas políticas ágiles.
Esa resiliencia se ve puesta a prueba de nuevo —por el reseteo del sistema
internacional de comercio.
La volatilidad ha aumentado en los mercados financieros. Y la
incertidumbre de la política comercial se ha salido del gráfico.”
Primera parte: ¿cuál es el contexto?
Las tensiones comerciales son como una olla en la que
el agua hervía desde hace tiempo y que ahora empieza a rebosar.
En gran medida, lo que está ocurriendo es el resultado
de una pérdida de confianza: confianza en el sistema internacional y confianza
entre los países.
La integración económica global ha sacado de la
pobreza a millones de personas y ha mejorado la situación del mundo entero. Sin
embargo, los beneficios no han llegado a todos. Muchas comunidades se vaciaron
cuando el empleo se trasladó a otros países. Los salarios se mantuvieron
contenidos como consecuencia de la creciente disponibilidad de mano de obra
barata. Los precios subieron cuando las cadenas mundiales de suministro se
interrumpieron. Muchos ciudadanos culpan al sistema económico internacional de
las injusticias que perciben en su vida.
Las distorsiones del comercio —las barreras
arancelarias y no arancelarias— han alimentado la percepción negativa de un
sistema multilateral que se percibe como la razón por la cual no se han logrado
condiciones equitativas para todos”.
“Este sentimiento de
injusticia en algunos lugares alimenta cierto discurso: nosotros jugamos
limpio, mientras que otros hacen trampas sin que se les castigue. Los
desequilibrios comerciales avivan las tensiones comerciales.
Luego está la seguridad nacional. En un mundo multipolar, dónde se fabrican las cosas puede
ser más importante que cuánto cuestan. La lógica de la seguridad
nacional dicta que un amplio abanico de bienes estratégicos, desde los
semiconductores hasta el acero, deben fabricarse en el país, y que esto es algo
por lo que vale la pena pagar. La autosuficiencia vuelve a escena.
La suma de todas esas preocupaciones ha hecho que se desborde la olla, y
nos ha dejado un mundo en el que la industria recibe más atención que el sector
servicios; en el que los intereses nacionales priman sobre las cuestiones
globales; y en el que unas medidas enérgicas desencadenan réplicas igual de
firmes.”
Segunda parte: ¿cuáles son las consecuencias?
Respuesta breve: son considerables.
Empecemos por los aranceles.
Teniendo en cuenta todos los incrementos recientes de los aranceles, las
pausas, las escaladas y las exenciones, parece evidente que la tasa arancelaria
efectiva de Estados Unidos se ha elevado hasta niveles que no se habían visto
en varias generaciones. Otros países han respondido.
Y luego están los efectos secundarios transfronterizos.
Cuando los gigantes se enfrentan, los países pequeños se ven atrapados
en el fuego cruzado. China, la Unión Europea y Estados Unidos —a
pesar de tener una razón importaciones/PIB relativamente baja— son los tres
mayores importadores del mundo. ¿Cuáles son las principales consecuencias? El
tamaño importa: sus acciones afectan al resto del mundo”
¿Qué efectos tendrán estas tensiones? Permítanme que
formule tres observaciones:
·
En primer lugar, la incertidumbre sale cara. La complejidad de
las cadenas de suministro modernas implica que los insumos importados se
destinan a una amplia gama de productos nacionales. El costo de un producto
puede verse afectado por los aranceles en decenas de países. En un mundo de
tasas arancelarias bilaterales, cada una de las cuales puede subir o bajar, la
planificación se torna difícil. ¿Cuál es el resultado? Buques que navegan sin
saber a qué puerto dirigirse; decisiones de inversión postergadas; volatilidad
en los mercados financieros; aumento del ahorro precautorio. Cuanto más se
prolongue la incertidumbre, mayor será el costo.
·
En segundo lugar, el aumento de las barreras al
comercio asesta un golpe directo al crecimiento. Los aranceles, como cualquier otro impuesto, elevan
los ingresos, pero a costa de reducir y desplazar la actividad. Además, los
datos de anteriores episodios indican que las subidas de las tasas arancelarias
no solo pasan factura a los socios comerciales. Parte de esa factura la pagan
los importadores, que ven reducidos sus beneficios, y otra parte la soportan
los consumidores a través de precios más altos. Al elevar el costo de los
insumos importados, los aranceles tienen un efecto inmediato. Claro que si los
mercados internos son de gran tamaño, los aranceles también crean incentivos
para que las empresas extranjeras respondan invirtiendo directamente en el
territorio, lo cual genera nueva actividad y nuevos empleos. Esto, sin embargo,
lleva tiempo.
·
En tercer lugar, el proteccionismo mina la productividad
a largo plazo, sobre
todo en las economías más pequeñas.
Proteger a las industrias de la competencia reduce los incentivos para la
asignación eficiente de los recursos. Las mejoras de la productividad y la
competitividad logradas en el pasado gracias al comercio se pierden. El
espíritu empresarial da paso a peticiones de exenciones, protección y apoyo
estatal, en detrimento de la innovación. Pero, una vez más, si los mercados
internos son grandes y la competencia interna es vigorosa, es posible mitigar
los efectos negativos.
En definitiva, el
comercio es como el agua: cuando los países erigen obstáculos mediante barreras
arancelarias y no arancelarias, el flujo encuentra otros cauces. Ciertos sectores de algunos países quizás se vean
inundados por importaciones baratas; otros podrían experimentar escasez. El
comercio sigue adelante, pero las perturbaciones conllevan costos.”
¿Qué pueden hacer los países?
“Mucho, muchísimo.
En primer lugar, todos los países tienen que redoblar sus
esfuerzos para poner orden de puertas adentro. En un mundo de mayor
incertidumbre y shocks frecuentes, no hay margen para postergar las reformas
que permiten apuntalar la estabilidad económica y financiera y elevar el
potencial de crecimiento.
Las economías afrontan estos nuevos retos desde posiciones de
partida más débiles, ya que la carga de la deuda pública es mucho mayor que
hace apenas unos años. Por lo tanto, la mayoría de los países deben tomar
medidas fiscales firmes para recomponer el margen de maniobra para la aplicación
de las políticas, con trayectorias graduales de ajuste que respeten los marcos
fiscales. No obstante, es posible que algunos países sufran shocks que hagan
necesario un nuevo apoyo fiscal; ese apoyo, en todo caso, debería ser
focalizado y temporal.
Para proteger la estabilidad de precios, la política
monetaria ha de seguir siendo ágil y
creíble, y estar respaldada por un compromiso
firme con la independencia de los bancos centrales. Estas entidades deben
vigilar los datos muy de cerca, incluido el aumento de las expectativas de
inflación en algunos casos.
En el ámbito de las finanzas, la regulación y
supervisión rigurosas continúan siendo esenciales para velar por la seguridad
de los bancos, y se deben vigilar y contener los crecientes riesgos
provenientes de las entidades no bancarias.
Las economías de mercados emergentes deberían
preservar la flexibilidad cambiaria para que sirva de amortiguador de los shocks.
Las autoridades pueden recurrir al Marco Integrado de Políticas del FMI para
determinar cómo y cuándo puede justificarse el uso de medidas temporales.
Las limitaciones presupuestarias más restrictivas
obligarán a tomar decisiones difíciles en todas partes, pero sobre todo en los
países de ingreso bajo. En esos países, la debilidad de los ingresos obligará a
intensificar los esfuerzos para movilizar recursos internos, pero también hace
que sea necesario el apoyo de los socios
internacionales —tanto para mejorar la capacidad
de ejecutar reformas como para lograr una asistencia financiera que es vital.
Los países con niveles insostenibles de deuda pública
deberían actuar de manera proactiva para restablecer la sostenibilidad, en
ciertos casos tomando la difícil decisión de buscar la reestructuración de la deuda.
Me complace enormemente informarles que la Mesa Redonda Mundial sobre la Deuda
Soberana publicará pronto un manual para las autoridades nacionales que se
planteen reestructurar su deuda, con el fin de facilitar la adopción de
decisiones.
Las disyuntivas de las políticas pueden ser menos
complicadas si se eleva el crecimiento potencial. Como ilustra este gráfico, la economía de Estados
Unidos ha logrado un sólido aumento de la productividad, mientras que otros
países se han rezagado (gráfico 9). ¿Cómo pueden acortar distancias? Mediante
reformas de gran alcance en ámbitos como la banca, los mercados de capital, la
política de competencia, los derechos de propiedad intelectual y la preparación
para el uso de la inteligencia artificial, todos los cuales pueden contribuir a
un mayor crecimiento. En muchos casos, el Estado puede y debe hacer mucho más
para reducir los obstáculos a la empresa y la innovación privadas —es decir,
eliminar perjuicios autoinfligidos.
El FMI ayudará a los países a gestionar el ajuste
macroeconómico y a impulsar las reformas. En la actualidad, 48 países recurren
a nuestros mecanismos de apoyo a la balanza de pagos, entre ellos Argentina, donde las sólidas reformas orientadas
al mercado cuentan ahora con el respaldo de nuestro programa más reciente y de
mayor envergadura.
Como segunda prioridad de suma importancia, los países
deben enfocar una vez más su atención en los desequilibrios macroeconómicos internos y externos.
El equilibrio interno entre el ahorro y la inversión
es fundamental, y puede inclinarse más de la cuenta hacia un lado o el otro.
Aquí lo ilustramos con una muestra de grandes países y bloques, que presenta
las tasas de ahorro e inversión como porcentaje del PIB (gráfico 10). Los
factores detrás de los desequilibrios incluyen los hábitos de ahorro
nacionales, las distorsiones causadas por las políticas, el grado de apertura
del mercado de capital, los regímenes cambiarios y factores demográficos, entre
otros. Las políticas fiscales, monetarias, cambiarias y estructurales son
herramientas clave. Siempre que sea necesario buscar un reequilibrio, el trabajo empieza de puertas adentro.”
https://www.imf.org/es/News/Articles/2025/04/17/sp041725-spring-meetings-2025-curtain-raiser
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