martes, 12 de marzo de 2024

Hace veinte años los ourensanos salieron unidos a la calle para condenar los atentados terroristas del 11 M

 


Hay fechas inolvidables, como la de aquél  día de marzo de 2004 en el que miles de personas abarrotábamos la plaza mayor de Ourense para testimoniar con nuestra presencia la inmensa repulsa por los execrables atentados del 11M en Madrid.

En esta fotografía que publicaba el 12 de marzo el diario La Voz de Ourense vemos las caras de estupor, dolor, indignación, en definitiva pena de los ourensanos. Niños, jóvenes y mayores (veo ente ellos a mi padre, que tenía 75 años), trabajadores, funcionarios, empresarios, comerciantes, docentes, personalidades de la cultura (entre ellas Marcos Valcárcel), sindicalistas, representantes de los partidos políticos, miembros de la corporación municipal con el alcalde Manuel  Cabezas, y otras autoridades como el presidente de la Diputación Jose Luis Baltar y Alberto Núñez Feijóo que era conselleiro de Política Territorial, Obras Públicas e Vivenda de la Xunta de Galicia.

También estábamos allí los tres cabezas de las listas electorales de los principales partidos que concurrirían pocos días después a las elecciones generales, Alberto Fidalgo, Tereixa Paz y Celso Delgado. Esta foto de unidad testimoniaba nuestra cercanía y coincidencia.



Todos, unidos en el dolor, sin fisuras, condenando unos atentados terroristas a viajeros de los trenes  en los que murieron 193 personas y resultaron heridas más de 1.800.


Los fallecidos, eran hombres y mujeres, jóvenes y mayores, personas que utilizaban la red de cercanías para ir a sus trabajos y ocupaciones con la normalidad de la vida cotidiana y que jamás podrían sospechar que la barbarie truncaría sus vidas.


Víctimas también los miles de heridos, muchos de ellos con secuelas que los acompañarán para siempre. Mi recuerdo y solidaridad para ellos y sus familias.

 

Hoy veinte años después me sumo a las palabras que ayer pronunciaba en Madrid su arzobispo, el Cardenal José Cobo, con ocasión del funeral en la catedral de Almudena: “El terrorismo, el recurso a la violencia, es una forma equivocada y llamada a fracasar para afrontar los conflictos” -¨Coincidiendo con el tiempo de Cuaresma, «que para los creyentes es un tiempo que invita a cambiar el corazón y algunas veces implica cambiar de rumbo y modificar los hábitos del corazón: pasar de la actitud violenta a la paz, del odio o las descalificaciones sistemáticas a la misericordia, de la indiferencia a la cercanía, de la distancia y la asepsia a la convivencia amable y comprometida con el otro y sus necesidades».

 

Necesitamos crecer en humanidad. No basta una política de vuelo rasante y mirada cortoplacista e interesada. Nos hace falta con urgencia el verdadero diálogo de quien está dispuesto a escuchar y a hablar. En ese orden. No es suficiente una liviana preocupación por el bien común».

 

Por último, decía, «esta mirada al pasado no debe ser una mirada que se quede atrapada en él. Mirar al pasado nos tiene que comprometer con el futuro. Y a esto es a lo que llamamos esperanza. La memoria que estamos compartiendo hoy nos hace vibrar con una doble esperanza: que la gente de paz tendrá más fuerza que la gente violenta, y que la esperanza se basa no solo en esta historia de tejas abajo. Es virtud teologal. Por eso es también, y sobre todo, la esperanza en que la muerte no tiene la última palabra».